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Comentario
Es un día
del mes de febrero invernal que, como decimos coloquialmente, “ni
chicha ni limoná”. Las nueves estaban altas, no hacía demasiado
frío, la visibilidad era considerable, el viento escaso.
Pero los
componentes del grupo de la nueva caballería andante, se han dado
cita en la calle Virgen del Pilar, en la puerta del restaurante Los
Chopos, del madrileño pueblo de Quijorna, para hacer una caminata
que desde el principio suponíamos diferente, porque nunca hemos
pisado este municipio y acudimos en gran tropel llamados por el
caballero Frank que hoy nos capitaneaba.
Tenemos la
dicha de contar con la presencia de nuestro capi que ya, repuesto de
sus dolencias, se ha incorporado de nuevo, aunque no podemos olvidar
a quien por otras circunstancias no ha podido acompañarnos.
Empezamos
con la alegría de siempre, en una fuente al lado del puente del
Pilar, que nos permite cruzar el arroyo Quijorna. Rápidamente
giramos a nuestra derecha para tomar la Cañada Real Segoviana que
discurre paralela al arroyo que en el casco urbano está limpio de
maleza, pero nada más pasar la última casa, se convierte en una
auténtica selva de zarzas, árboles y arbustos. Nos preguntamos qué
pinta todo esto en el lecho del arroyo y las consecuencias que puede
tener por una crecida brusca, provocada por una lluvia torrencial.
Avanzamos
por la Vega de la Viñas y al llegar al primer cruce de caminos
seguimos por la izquierda en paralelo al arroyo de la Fuente
Villanos.
Nos causa
agradable sorpresa encontrarnos con hornos de cal, alguno en muy buen
estado de conservación, donde salía el caolín para hacer las
vajillas de porcelana, en otro tiempo muy apreciadas. Hacemos votos
porque la Comunidad de Madrid o quien corresponda, se tome un poquito
en serio los muchos lugares y restos antiguos y promocionar el
turismo fuera de la Capital.
Es la
primera de las sorpresas agradables que nos ha preparado el caballero
que hoy está al mando.
Un poco más
arriba vemos algo que se parece a un antiguo nido de ametralladoras.
Nos acercamos, y lo es. En todos estos lugares se libró una de las
batallas más terribles de la Guerra Civil; la Batalla de Brunete.
Continuamos
por la trinchera y llegamos a lo que suponemos fue un puesto de mando
o lugar de descanso de los combatientes, con un túnel con entrada y
salida, que creemos sería un refugio antiaéreo. En cualquier caso,
nuestro corazón está triste al suponer de tanta muerte gratuita que
traen las barbaries humanas.
La Cañada
Real Segoviana hemos dejado que vaya por la cuesta de los Villanos y
la Cuesta del Velago. Nosotros continuamos en paralelo al arroyo, por
las Rentas.
A medida que
avanzamos, las vistas nos sorprenden cada vez más. La suavidad de la
subida se presta a la conversación y los caballeros van dispersos en
pequeños grupos, hasta que el jefe de la expedición nos reúne a
todos y nos dice que debemos dejar el camino y tomar a nuestra
derecha. Las protestas son generalizadas pero somos disciplinados y
obedecemos, aunque a punto está de saltar el motín.
Pero “el
jefe”, muy listo, se limita a llevarnos hasta la entrada de una
cueva. Nos quedamos de piedra al ver la perfecta excavación. Aún se
ven los “picotazos”, en los techos y las paredes. Es increíble
que después de más de setenta años no se ha derribado ni un solo
pasillo. Es un acuartelamiento subterráneo hecho a pico y pala por
el Ejercito Republicano. ¡Una maravilla! Son muchos metros de
galerías con distintos habitáculos muy bien distribuidos.
La foto en
la entrada de todo el grupo, la cara de satisfacción de todos los
caballeros da buena fe del acierto de llevarnos hasta el lugar.
No paramos
más de lo necesario porque aún nos queda coronar hasta el Madroñal
y la subida es escarpada hasta alcanzar casi los 800 metros.
Una vez en
la cima, giramos a la izquierda y durante un trecho vamos de nuevo
por la Cañada que abandonaremos casi de inmediato para llegar a una
cancela cerrada con un cerrojo.
Vemos
carteles de propiedad privada y de reses bravas. ¡Algunos se montan
unas tretas de lo más peregrino! Nada de nada.
Llegamos a
unas ruinas y un vértice geodésico que hace las delicias de los
caballeros que se encaraman en su cima. El viento arrecia y las nubes
vuelan sobre nuestras cabezas a gran velocidad.
Sin hacer
caso de cartelitos, iniciamos la bajada por el Camino de los Llanos,
dejando a nuestra izquierda una caseta de cazadores.
Enlazamos
con la calle del Olivar y entre viviendas, unas ocupadas y otras en
venta, llegamos al punto de partida y de llegada.
Reponemos
fuerzas en el Restaurante Los Chopos, cuya excelente comida nos fue
servida por dos camareros que rebosan simpatía y buen humor: Javier
y Alberto. Gracias campeones.
Ruta muy
interesante, no sólo por los distintos lugares que hemos visitado,
sino por las vistas que nos va ofreciendo a medida que avanza el
camino. No es muy larga y la pueden hacer incluso niños.
Recomendable en cualquier época del año.
Transporte: Se llega hasta el inicio de la ruta en el autobús 581, que sale desde el intercambiador de Príncipe Pío. Tiene un precio de 4.20€.
Galería de fotos
Vídeo de la ruta
Caballeros participantes: Antonio, Tomás, Miguel, Fermín, Frank, Amador, Manuel, Carmelo, Roman.
Nivel de dificultad: Fácil
Distancia: 13,8 km
Tiempo total: 5h 02'
Tiempo en movimiento: 3h 48'
Tiempo parado: 1h 14'
Velocidad media total: 2,74 km/h
Velocidad media en movimiento: 3,63 km/h
Ritmo medio total por km: 21:59 min/km
Ritmo medio en movimiento por km: 14:44 min/km
Indice IBP Index: 42
Descargar Track ruta GPX aquí
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